Una mujer mal querida llamada Caracas.

El 25 de julio de 1567, Diego de Lozada funda a Santiago de León de Caracas. Este acto invasivo y sin duda traumático para la tribu de los Caracas, fue sin duda el precio que tuvimos que pagar para disponer de Caracas.

Caracas se ha convertido en ese tipo de mujer que todo el mundo golpea, maltrata y mal pone, que llora en silencio y en la oscuridad de la penumbra el casi nulo amor que recibe de sus propios y visitantes. Sin embargo, como toda mujer maltratada, se aprovechan de ella sólo cuando les es conveniente.

Muchos dirán con seguridad: “Ya este viene a hablarnos de su Caracas y a tratar de convencernos de una belleza que él sólo ve” – La respuesta: Sí. Vengo a contarles de mi ciudad esa por la que vibro y vivo intensamente de sólo recordar mi infancia y mejores momentos en ella.

No es poco común escuchar a muchos, que tristemente sin conocer a la ciudad hablen mal de ella, sólo porque le dijeron o escucharon tal o cual cosa. Discúlpenme que no sea objetivo en las siguientes apreciaciones, pero les describiré como veo yo a Caracas.

Un 4 de mayo tuve el honor de nacer en esta ciudad, en la parroquia más joven de la ciudad; Caricuao. Pero no por eso soy menos caraqueño que el qué más. Caracas como toda mujer golpeada, es un ser sumiso, hermoso y de alma pura, sólo que la violencia de los seres humanos y esa necia tendencia de destruir, opaca y mancha su celestial belleza.

Caracas es un amanecer con olor a humedad, con rayos diáfanos que invitan al vivir, un Olimpo en el que las almas son invitadas a adorar al creador por fijar su Santuario y Templo en ella. Caracas es un paraíso perdido y olvidado en medio de un valle, una fortaleza natural, amurallada por su hermoso Ávila. Una ciudad de la que por azares de la vida tuve que salir y lamento cada día haberlo hecho, una ciudad a la que espero y ansío volver, a pesar de las jugadas del destino que me mantienen a poco menos de 2 horas de ella. Un lugar al que volver siempre es placentero y lugar cuya jerga jamás borraré de mi hablar. Un mágico lugar en el que las personas no se llaman por sus nombres sino haciendo uso del “niño” o “niña”.

Una lugar de gente trabajadora y batalladora, que despierta bien temprano y demuestra que este hermoso lugar no es una fotografía o una pintura de un lugar sublime. Una ciudad en la que en una misma cuadra hay 3 templos de religiones diferentes, pero que nos hermana una título al que muchos aspiran, pero del que sólo disponemos quiénes tuvimos la dicha de nacer acá.

Caracas es el lugar dónde lo imposible se hace posible, un lugar lleno de vida, en el que a pesar de su tráfico muy denso, es la muestra más significativa de que ella es el vientre en el que muchos sueños se gestan. Una ciudad es el que el ruido de las cornetas, se opaca por el cantar de las guacamayas y el aleteo del travieso colibrí que pasea desde su hogar el imponente Ávila que nos regala su neblina para opacar el smog de la ciudad. Coronado en su pico Naiguatá del Hotel Humboldt, como corona que lleva sobre su cabeza de brillo sin igual y en el que el tricolor nacional nos recuerda que Caracas es la Capital de una patria grande, Venezuela.

Un lugar en el que un gusano mecánico, nos hace viajar por el interior y entrañas de la ciudad, y recorres gran parte de su extensión a velocidades que el tráfico superficial no lo permitiría.

Sin lugar a dudas, eso es Caracas un pedacito de Gloria Terrenal, o como dice aquel slogan, que para muchos suena muy egocéntrico, pero que refleja la realidad - “Caracas la sucursal del Cielo”. El lugar en el que el mar lo separa un cordillera y en la que Dios se sienta a contemplar su creación en sus cojines de nubes, y al quedar tan maravillado de lo que ha hecho, estalla en llanto, para que sus lágrimas celestiales alimente los ríos y manantiales del Ávila.

La ciudad que vio nacer al hombre más importante de la historia patria y muchos de los venezolanos distinguidos y ejemplares. Lugar en el que descansa ese caraqueño que nos dio la libertad a nosotros y a 5 naciones más. Descansa en su sarcófago ubicado bien cerca de la Cordillera, en el que puede ver con toda seguridad la grandeza de su tierra.

Caracas es el lienzo en el que Dios se vuelve un desaforado de los colores y por medio de arcoíris perennes, nos recuerda a cada momento la alianza que hizo con Noé. En la que prometió jamás volver a maldecir la tierra. Y así lo hizo, así lo cumplió, bendijo a ese valle y hoy lo llamamos Caracas. El anochecer en Caracas nos ofrece una temperatura de ensueño y unas hermosas tonalidades ocres, propias de un ambiente bucólico londinense, con cielos que a pesar de la penumbra, son iluminados bañador por la hermosa luz de una muy blanca luna y como techo gran cantidad de estrellas que son sus joyas de mujer elegante propias de una cita con su amado.

Yo les aseguro que tenemos entre nuestras manos un regalo del Creador, que no hemos sabido valorar ni agradecer. Por el contrario nos hemos encargado de destruirla a base de comentarios y malos tratos. No me ciego ante las grandes faltas y carencias de mi ciudad, pero convencido estoy, que se deben al poco amor que mostramos por ella, al ser nosotros su principal verdugo, en nuestro actuar y en las autoridades que elegimos. Caracas tiene sed de caraquísmo, Caracas tiene hambre de lealtad, Caracas tiene sueños de pureza, pero lo más importante y lo que le permite seguir respirando y despertar cada mañana en medio de esperanza; es que hay muchos que la amamos sin condiciones y la anhelamos y necesitamos con urgencia de transfusión. Caracas es la sucursal del cielo, la sultana del Ávila y la ciudad en la que tu ve la fortuna de nacer y en la que espero morir, para alimentar sus tierras con mis huesos y regar sus flores con mi amor. Ya se acerca tu cumpleaños mi bella, y por qué no, mi primer amor. En ti espero formar mi familia, ya sea con la que por 5 años pensé que lo haría o con la que Dios me indique, pero prometo sembrar en el corazón de mis hijos ese amor puro y regio por ti. ¡TE AMO CARACAS!.