sábado, 2 de julio de 2011

Un Presidente indispuesto. Un país enfermo.

La noticia que ocupa cientos de titulares, en la prensa nacional e internacional, es la enfermedad del Presidente Chávez. Ahora bien, este anuncio no deja de ser preocupante para la institucionalidad del país así como para el mismo Chávez y su familia. Más allá de diferencias ideológicas y políticas, considero que las personas que han padecido esta enfermedad con un familiar, amigo o que les toque hablar en primera persona, saben lo penosa, preocupante y dolorosa que es esa enfermedad.
Sin embargo; esta crisis de salud del Presidente no es exclusiva, ya que permitió develar la crisis interna que hay en el oficialismo y en la oposición.
Observemos varios aspectos. El primer grupo (oficialismo) en su gran mayoría no siente por el Presidente Chávez una simple simpatía política, es más allá que eso y esa actitud tiene una clara explicación. El liderazgo del Presidente Chávez es del tipo carismático, es decir, es un líder que odias o amas, personaje que cuadra exactamente con el amplio porcentaje de la sociedad venezolana: una sociedad que no cree en tonos grises, sólo en blancos o negros.
Este tipo de liderazgo crea en las personas que lo siguen un mesianismo muy grande, en el cual el partido político y su cabeza queda convertido en una secta, y como toda secta al verse el líder disminuído, atacado, debilitado y en el peor de los casos, desaparecido, cunde el caos y el desconcierto entre sus "discípulos". Eso explica la angustía, dolor y hasta desesperación de muchos de los seguidores del Presidente. Ellos saben en su interior que si el Presidente se ve incapacitado o en el peor de los casos desaparecido, la secta se disuelve y la llamada revolución se disiparía, aunque ellos juren defenderla y mantenerla sin la cabeza que los guió por años. Es el comportamiento de este tipo de liderazgo y la historia esta llena de ellos.
Por otra parte la oposición venezolana no se escapa de este afán por tener un líder carismático. La mayoría de los simpatizantes de la MUD serían capaces de votar por cualquier individuo con tal que este represente el rechazo y animadversión que sienten por Chávez, sin detenerse un momento en pensar lo que mejor conviene al país y a ellos mismos. La enfermedad del Presidente ha generado entre los simpatizantes de la MUD la preocupación de que los líderes consideren que si Chávez no pudiera presentarse a las elecciones de 2012, no haría falta realizar las primarias y salgan de nuevo las agallas que no están erradicadas entre este heterogéneo grupo, más bien están disimuladas u ocultas.
El oficialismo por su lado, no puede ocultar ni disimular las ambiciones de poder en varios de sus miembros, que aspiran ser el sucesor "natural" de Chávez en caso de ser necesario. Los esfuerzos por mermar los rumores y los evidentes enfrentamientos en el oficialismo por el poder podrían contribuir a acelerar el resquebrajamiento del gobierno y una crisis aún más grave para el Estado venezolano. Nunca las crisis del oficialismo me habían preocupado, pero ahora sí.
Finalmente, toda persona con una mínima humanidad y diligencia, no se alegraría por la enfermedad del Presidente, más allá de simpatías o razones. Si bien este gobierno le ha negado atención médicos a muchos detenidos, la mejor manera de dar una lección es pagar al mal con bien, y pedir a Dios por la salud del Presidente y si es su voluntad que se reestablezca prontamente. Que se haga la voluntad de Dios.